Se
encontraron el sapo y el tritón una mañana junto a la charca. La mujer del
tritón conocía a la mujer del sapo y sabía que sus maridos harían
buenas migas y así de paso sus pequeños podrían jugar juntos en el prado.
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Pero el tritón estaba tan ensimismado en su mundo acuático que miraba con recelo al enorme sapo, cuyo idioma, gustos y costumbres eran distintas a las suyas.
Sin embargo el sapo miraba al tritón con buenos ojos, había visto algo en él que no había encontrado en otros vecinos del lugar.
El
tremendo sapo había llegado de tierras lejanas y aunque no se le entendía muy bien,
estaba aprendiendo rápidamente la lengua del tritón.
Continuamente
intentaba el sapo acercarse al tritón y siempre se encontraba con un muro invisible
que le impedía acercarse demasiado.
Una
noche las dos familias estaban reunidas y el sapo cantó una canción de su
tierra. El tritón se quedó fascinado con la voz del sapo. Jamás creyó que le
gustaría una canción de alguien tan diferente.
La
familia del sapo invitó a la del tritón a comer y al llegar el tritón pensó que
jamás le gustaría la comida del sapo.
Pero
al probarla sintió que un mundo de sabores inundaba su boca y durante años
compartieron hermosas canciones y suculentas comidas.
Por
primera vez sintió el sapo que había roto el muro del tritón.
El
sapo conocía bien el país del tritón y por eso deseaba mostrarle a su nuevo
amigo el lugar donde nació.
Juntas
las dos familias viajaron al lejano hogar del sapo donde conocieron lugares
mágicos y comieron deliciosos manjares.
El sapo estaba feliz, pues su amigo el tritón disfrutaba como un renacuajo en su bello país.
El sapo estaba feliz, pues su amigo el tritón disfrutaba como un renacuajo en su bello país.
Varios
fueron los viajes que hicieron juntos al país del sapo. Unas veces con toda la
familia y otras con los amigos de la infancia del sapo que recibieron al tritón
con los brazos abiertos y lo trataron como a uno más de la pandilla.
Pero el tritón tenía muchos amigos y le gustaba rodearse de ellos para bailar,
reír y cantar absurdas canciones que a veces aburrían al sapo. Cuando el sapo
intentaba cantar alguna de las suyas los amigos del tritón le mandaban callar
sin que el tritón dijera nada.
Cuando
por fin todos se marchaban de la casa del tritón, el sapo se quedaba solo
tarareando sus canciones hasta que el tritón terminaba de recoger los restos de
la fiesta.
Pero
para sorpresa del sapo, al terminar una de aquellas celebraciones el tritón se
sentó a su lado y aunque no entendía ni una palabra del idioma del sapo,
atentamente le escuchó cantar. Juntos bebieron y compartieron muchas veces canciones
hasta el amanecer.
Un
día el tritón llamó a todos lo amigos que tenía para celebrar una gran fiesta y
el sapo acudió feliz pensando que por fin podría cantar sus canciones en casa de su mejor amigo, el
tritón. Pero el necio tritón despreció aquellas bellas canciones, sus preciosas
costumbres y su incondicional amistad, a cambio de canciones vacías y falsas
risas.
El
sapo se fue para siempre de la casa del tritón con el corazón herido y el alma
destrozada. Había soñado con un mundo que ahora se venía abajo.
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Al acabar
la fiesta todos se marcharon y una vez más se quedó solo el tritón limpiando la
suciedad.
Pero
al volver la cabeza el tritón, no encontró como de costumbre al sapo cantando
sus bellas canciones y por primera vez sintió la soledad.
El desolado
tritón se sentó en el sitio preferido del sapo y empezó a cantar sus canciones.
Al fin había entendido su significado y lagrimas brotaron de sus ojos. Su mejor
amigo le entregó el alma y la dejo escapar entre sus manos.
El
corazón del tritón quedó desecho y roto, pues sabía que sería imposible
recomponer los cristales rotos de la maravillosa cúpula de cristal que juntos
habían construido.
Era
su mundo, un enorme paraguas donde refugiarse en invierno, donde plantar semillas
en primavera y buscar, entre jaras, frutos silvestres en otoño.
Ahora, solo queda un dulce recuerdo de aquellos momentos, el sonido lejano de sus copas al chocar y las risas, sobre todo las risas de dos niños que descubrieron mundos tan distintos pero tan cercanos.
Ahora, solo queda un dulce recuerdo de aquellos momentos, el sonido lejano de sus copas al chocar y las risas, sobre todo las risas de dos niños que descubrieron mundos tan distintos pero tan cercanos.
FIN