domingo, 19 de mayo de 2013

LOS INSECTOS EN EL HUERTO


Sin duda son los insectos, los que mejor pueden hablar del estado de salud de nuestros huertos y es que un huerto sin insectos es como un bosque sin aves o un mar sin peces


Muchas personas creen que tener un huerto consiste únicamente en plantar una docena de tomateras, regar una vez a la semana y freir la tierra y las plantas con pesticidas para que no aparezcan "bichitos"



Casi todos esos huertos terminan siendo un fracaso total y curiosamente las pobres plantas acaban infestadas de parásitos. Por no hablar del destrozo que se produce en el terreno, que se vuelve un nido de enfermedades.
Lo que empieza siendo un intento de acercarse a la vida natural, acaba siendo un exterminio de todo ser vivo que tiene la mala fortuna de acercarse al huerto.
 

Sinceramente, para eso es mejor comprar los tomates en el mercado y de paso ayudar a comerciantes y agricultores y si es posible a la agricultura ecológica.

No, yo os aconsejo crear un pequeño ecosistema donde en muy poco tiempo se establecerá un equilibrio natural que nos recompensará a todos con creces.


 

Y en la búsqueda de ese equilibrio los insectos son imprescindibles. Pensemos que su labor es tan importante como tener un buen sistema de riego, un buen drenaje o una tierra fértil.



 


Para ello la información es fundamental, porque a nadie se le ocurría quemar un billete de 50 euros o cortarle las manos al cirujano que le está salvando la vida a un paciente y sin embargo hay gente que ve una abeja y va corriendo a por la zapatilla para matarla.

Pues para nuestro huerto una abeja tiene un valor incalculable. Y lo mismo ocurre con los demás habitantes del huerto, incluso con los visitantes y turistas de temporada que aparentemente ocasionan daños en las plantas.



Un ejemplo; los pulgones atraen a insectos coleópteros, como la mariquita que en estado adulto llega a comerse más de 1000 pulgones durante el verano. La mariquita pondrá sus huevos en alguna planta cercana al huerto y todos los años tendremos unas cuantas pululando siempre por la zona y nunca volveremos a tener grandes problemas con los pulgones. Los pájaros insectívoros también ayudarán a las mariquitas en su incesante labor.





 Nunca debe cundir el pánico y la observación nos debe llevarnos a la reflexión y a tomar las decisiones correctas.





Por esa razón, yo suelo crear pequeños Oasis dentro del huerto, que sirven de refugio a todos estos pequeños habitantes. Una simple planta de Acelga, rodeada de perejil, será durante años un paraíso para las larvas de decenas de criaturas.



Una ejemplar de Brócoli que crece libremente junto a la alcaravea acaba siendo para los jóvenes caracoles como una gigantesca secoya, donde encuentran refugio y nutritivo alimento.


Una mata de repollo que no arrancaremos después de cortar su hermoso fruto, servirá de cuna para la puesta de huevos de la mariposa de la col. De ellos, muy pocos llegarán a ser adultos, pero seguro que alguno volverá revoloteando a nuestro huerto a lo largo del verano, tras la metamorfosis.


 
Lo curioso es que a pesar de todo eso, estas plantas acaban haciéndose enormes y no suelen enfermar. Además adquieren para nosotros hasta su propia personalidad y da pena arrancarlas, pues ya forman parte de nuestro Jardín del Edén.


Yo desde luego no he podido y alguna de ellas, como un precioso brócoli, tiene ya cuatro años y está impresionante. Entre las hojas siempre se pueden encontrar  maravillosas criaturas.


 
Los insectos parece que lo saben y dejan a las nuevas plantas en paz, concentrándose en estas viejas glorias que crecen prácticamente de forma natural. Os aseguro que es toda una experiencia ver como crecen sin parar durante años, cambiando de formas sin parar.
 

Obviamente esto no se puede hacer con plantas de temporada ya que no resisten el invierno. Algunas aromáticas también sirven de dormitorios improvisados y algunos habitantes del huerto las utilizan como refugios de invierno.



Estos Oasis permiten además que la vida bajo tierra no sufra las alteraciones propias de roturar y dejar desnuda la tierra.
 
La vida en la superficie produce enormes beneficios en el subsuelo, como la fijación del nitrógeno o el desarrollo continuado de anélidos oligoquetos, como las lombrices de tierra que después se dispersan por todo el huerto.


Al igual que las abejas y los abejorros, las lombrices de tierra deberían se declaradas patrimonio de la humanidad y matar una lombriz tendría que estar considerado una falta muy grave.
Las lombrices excavan galerías mientras se alimentan de partículas y restos orgánicos removiendo y aireando el terreno, haciendo ascender fósforo y potasio del subsuelo.

Los caracoles ponen sus huevos, en esos jardines del Edén sin peligro de ser desenterrados al cavar la tierra.


Creo que ya os hablé de los beneficios que produce una población controlada de caracoles. Aportan sales minerales al dejar su rastro de baba y sus desechos son un excelente abono natural.



A cambio nosotros dejamos que se coman unas cuantas hojas por aquí y por allá. Mirlos, Rabilargos, Urracas, Comadrejas, Erizos y Topillos, se encargarán de mantener a ralla su población.


 Y si os gustan mucho, siempre podéis hacer una recolecta y añadírselos a la auténtica paella Valencia. Yo aún no he podido porque al final me dan pena y me encanta encontrarme viejos ejemplares como este, con su concha curtida en mil batallas.

Fotos "Cholo Moratalla"

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