domingo, 19 de mayo de 2013

LA AVISPA DE DOÑA CLARITA



Llegó buscando algo con lo que alimentar a sus larvas y me contó que su madre fue testigo y víctima de la crueldad y la sin razón humana.


 



Su nombre era Llama y nació en lo profundo de una grieta, en el tejado de la casa de Doña Clarita. Generación tras generación habían compartido hogar y salvo algún pequeño accidente siempre se respetaron mutuamente.



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Los antepasados de Llama, conocieron a los padres de Doña Clarita y siempre estuvieron muy agradecidos con la familia por construir aquel precioso caserío, lleno de rincones secretos donde lo suyos encontraron cobijo y pudieron salir adelante durante décadas.

Pero algo estaba cambiando y ya no se oían las risas, ni las voces de los hijos y nietos de Doña Clarita. En su lugar se oían llantos y lamentos de la mujer, que a Llama le dolían como propios.



 
"Inmaculada de la avispa" (David Torrent - Galería Tuset)
 
No solía entrar en la casa por miedo a quedar atrapada entre las cortinas y para no asustar a los nietos de Doña Clarita, pero últimamente se posaba en la ventana de la cocina que en verano siempre estaba abierta y observaba a Doña Clarita que no paraba de hablar por un extraño aparato que sostenía con una mano, mientras con la otra se secaba las lágrimas que corrían por su cara.

Llama ya no tenía duda de que algo no iba bien y sabía que si las cosas se ponían mal para Doña Clarita, también se pondrían mal para ella y para sus descendientes. Siempre había sido así y recordaba las historias de los más viejos cuando contaban lo mal que lo pasaron aquella época donde los pájaros de hierro lanzaban piedras de fuego sobre las casas de los humanos.

Las despensas se quedaron vacías y los ríos se tiñeron de rojo. El padre de Doña Clarita nunca regresó del bosque y las cunetas y los muros se llenaron de cuerpos llenos de plomo. Su familia tuvo que trabajar muy duro limpiando los huesos de carne, para que las plagas y el olor a muerte no llegaran a la casa de Doña Clarita.


Llama siempre fue muy valiente y defendía con fiereza la casa de Doña Clarita.

La tenía tomada con el humano que llenaba de cosas raras el buzón de la entrada y hacía que la pobre Doña Clarita tuviera que salir a vaciarlo, para después pasarse la tarde llorando al ver las manchas que ensuciaban aquellas hojas blancas.          
                        
                                            Hada Gótica de la flor de Fae de la avispa Impresiones (Mykajelina)

 

Además unos primos suyos querían instalarse allí dentro y así era casi imposible. Así que cada vez que le veía acercarse a lomos del caballo de acero que escupía humo y gritaba como una chicharra, llamaba a sus hermanas para darle un buen escarmiento. Pero el malvado llevaba siempre puesta una armadura en la cabeza y nunca se quitaba la mascara invisible por la que podía ver y que al estar más dura que las cascaras de huevo de codorniz, no dejaba pasar sus aguijones.


Una mañana, mientras Llama se afanaba en construir con barro una nueva celdilla para que naciera en ella una de sus hijas, escuchó un grito y los llantos de Doña Clarita.



                                     San Pedro Mezquital (Rodolfo Pérez)

Rauda voló hacía la ventana de la cocina, pero estaba cerrada por un muro invisible que no la dejaba entrar.
Dio la vuelta a la casa y a la puerta principal llegaron unos monstruos oscuros que tenían luciérnagas de colores en el lomo y hacían un ruido parecido al del carro de los enfermos. De sus tripas salieron humanos enfurecidos cubiertos de hierro. 

Pero estos humanos no ayudaban a los ancianos, si no que les pegaban con palos y les arrastraban por el suelo. Pudo ver como los vecinos de Doña Clarita no les dejaban entrar en la casa y hasta el malvado que llenaba el buzón se puso delante de Doña Clarita para que no la sacaran de su casa, recibiendo por ello patadas y golpes.




Llama montó en cólera y junto a sus hermanas saltó sobre los demonios grises, mordiéndoles y picándoles.



Juntos, hombres, mujeress y bestias lucharon con todas sus fuerzas contra los tiranos hasta la extenuación. Rodeados por una masa de justicia y dignidad, los grises huyeron con sus monstruos luminosos sin conseguir el cruel propósito de arrebatarle la casa a Doña Clarita.


 
                                            tupintasyopinto.blogspot.com

Cuando llegó la calma todos se marcharon del lugar, pero en el suelo de la entrada quedó tirado el cuerpo de Llama, que murió defendiendo el hogar y la dignidad de la anciana. Cuando Doña Clarita salió a barrer la entrada y por alguna razón que sus hermanas nunca entendieron, se arrodilló, tomó entre sus arrugadas manos el cuerpo sin vida de Llama y llorando lo observó durante unos minutos. Tal vez reconoció sus bellos colores, esos que le dieron nombre o tal vez recordó las veces que ayudó a Llama a salir de la alcoba tras quedarse atrapada entre las cortinas.

Tal vez el ser humano se encuentra consigo mismo en momentos tan duros como ese y comprende que cada ser vivo tiene un sitio en este mundo.


Doña Clarita llevó a Llama al patio de atrás, la envolvió en un pétalo de Rosa y la enterró en la maceta en la que tantas veces la vió posarse para hacer barro y construir el milagro de la vida.

      

                                                                   
                                                                                                                                "La niña y la avispa" (Rosa Mª Estévez)



Esta mañana vino a mi casa una de las hijas de Llama y me lo contó todo, mientras comía de mi mano.

 

Fotos "Cholo Moratalla"

LOS INSECTOS EN EL HUERTO


Sin duda son los insectos, los que mejor pueden hablar del estado de salud de nuestros huertos y es que un huerto sin insectos es como un bosque sin aves o un mar sin peces


Muchas personas creen que tener un huerto consiste únicamente en plantar una docena de tomateras, regar una vez a la semana y freir la tierra y las plantas con pesticidas para que no aparezcan "bichitos"



Casi todos esos huertos terminan siendo un fracaso total y curiosamente las pobres plantas acaban infestadas de parásitos. Por no hablar del destrozo que se produce en el terreno, que se vuelve un nido de enfermedades.
Lo que empieza siendo un intento de acercarse a la vida natural, acaba siendo un exterminio de todo ser vivo que tiene la mala fortuna de acercarse al huerto.
 

Sinceramente, para eso es mejor comprar los tomates en el mercado y de paso ayudar a comerciantes y agricultores y si es posible a la agricultura ecológica.

No, yo os aconsejo crear un pequeño ecosistema donde en muy poco tiempo se establecerá un equilibrio natural que nos recompensará a todos con creces.


 

Y en la búsqueda de ese equilibrio los insectos son imprescindibles. Pensemos que su labor es tan importante como tener un buen sistema de riego, un buen drenaje o una tierra fértil.



 


Para ello la información es fundamental, porque a nadie se le ocurría quemar un billete de 50 euros o cortarle las manos al cirujano que le está salvando la vida a un paciente y sin embargo hay gente que ve una abeja y va corriendo a por la zapatilla para matarla.

Pues para nuestro huerto una abeja tiene un valor incalculable. Y lo mismo ocurre con los demás habitantes del huerto, incluso con los visitantes y turistas de temporada que aparentemente ocasionan daños en las plantas.



Un ejemplo; los pulgones atraen a insectos coleópteros, como la mariquita que en estado adulto llega a comerse más de 1000 pulgones durante el verano. La mariquita pondrá sus huevos en alguna planta cercana al huerto y todos los años tendremos unas cuantas pululando siempre por la zona y nunca volveremos a tener grandes problemas con los pulgones. Los pájaros insectívoros también ayudarán a las mariquitas en su incesante labor.





 Nunca debe cundir el pánico y la observación nos debe llevarnos a la reflexión y a tomar las decisiones correctas.





Por esa razón, yo suelo crear pequeños Oasis dentro del huerto, que sirven de refugio a todos estos pequeños habitantes. Una simple planta de Acelga, rodeada de perejil, será durante años un paraíso para las larvas de decenas de criaturas.



Una ejemplar de Brócoli que crece libremente junto a la alcaravea acaba siendo para los jóvenes caracoles como una gigantesca secoya, donde encuentran refugio y nutritivo alimento.


Una mata de repollo que no arrancaremos después de cortar su hermoso fruto, servirá de cuna para la puesta de huevos de la mariposa de la col. De ellos, muy pocos llegarán a ser adultos, pero seguro que alguno volverá revoloteando a nuestro huerto a lo largo del verano, tras la metamorfosis.


 
Lo curioso es que a pesar de todo eso, estas plantas acaban haciéndose enormes y no suelen enfermar. Además adquieren para nosotros hasta su propia personalidad y da pena arrancarlas, pues ya forman parte de nuestro Jardín del Edén.


Yo desde luego no he podido y alguna de ellas, como un precioso brócoli, tiene ya cuatro años y está impresionante. Entre las hojas siempre se pueden encontrar  maravillosas criaturas.


 
Los insectos parece que lo saben y dejan a las nuevas plantas en paz, concentrándose en estas viejas glorias que crecen prácticamente de forma natural. Os aseguro que es toda una experiencia ver como crecen sin parar durante años, cambiando de formas sin parar.
 

Obviamente esto no se puede hacer con plantas de temporada ya que no resisten el invierno. Algunas aromáticas también sirven de dormitorios improvisados y algunos habitantes del huerto las utilizan como refugios de invierno.



Estos Oasis permiten además que la vida bajo tierra no sufra las alteraciones propias de roturar y dejar desnuda la tierra.
 
La vida en la superficie produce enormes beneficios en el subsuelo, como la fijación del nitrógeno o el desarrollo continuado de anélidos oligoquetos, como las lombrices de tierra que después se dispersan por todo el huerto.


Al igual que las abejas y los abejorros, las lombrices de tierra deberían se declaradas patrimonio de la humanidad y matar una lombriz tendría que estar considerado una falta muy grave.
Las lombrices excavan galerías mientras se alimentan de partículas y restos orgánicos removiendo y aireando el terreno, haciendo ascender fósforo y potasio del subsuelo.

Los caracoles ponen sus huevos, en esos jardines del Edén sin peligro de ser desenterrados al cavar la tierra.


Creo que ya os hablé de los beneficios que produce una población controlada de caracoles. Aportan sales minerales al dejar su rastro de baba y sus desechos son un excelente abono natural.



A cambio nosotros dejamos que se coman unas cuantas hojas por aquí y por allá. Mirlos, Rabilargos, Urracas, Comadrejas, Erizos y Topillos, se encargarán de mantener a ralla su población.


 Y si os gustan mucho, siempre podéis hacer una recolecta y añadírselos a la auténtica paella Valencia. Yo aún no he podido porque al final me dan pena y me encanta encontrarme viejos ejemplares como este, con su concha curtida en mil batallas.

Fotos "Cholo Moratalla"